El expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, conversó con Radio Caput desde su chacra, cerca de Montevideo, sobre la  pandemia del coronavirus, el contexto político y económico, la soledad, el miedo a la muerte y la crisis que obliga a replantear el orden mundial, entre otros temas.

«Hace más de 25 días que no salgo de la chacra, estoy como refugiado. Este señor Coronavirus me agarra con 85 años y con una enfermedad crónica inmunológica, así que no le puedo dar la más mínima ventaja».

«Esto rompió todos lo programas, los cálculos, los planes que estaban hechos. Dejó a mucha gente sin trabajo, a empresas al borde de la ruina. Ha sido un sacudón global, porque no se detiene en las fronteras ni tiene escrúpulos con ninguna clase social. Desde ese punto de vista tenemos que reconocer que es democrático».

Respecto de si aparecerá un nuevo sujeto, si habrá un aprendizaje de la humanidad, Pepe Mujica aseguró: «El hombre aprende algo. No tanto como para cambiar el mundo, pero sí probablemente para subir un par de escalones civilizatorios».

«Tenemos que darnos cuenta que el problema de la salud no es un problema que pueda arreglar el mercado: es un problema que obliga a que las sociedades lo atiendan, inviertan recursos y lo prioricen. Y que el Estado tenga una firme actitud en eso».

«Acá ha habido una realidad que nos pasó por arriba. Y si hay algo que tenemos que cuidar en la cosa pública, es la salud y la enseñanza. Y quizás son los dos capítulos más crudos que hacen al porvenir. El hecho es que los servicios de salud de muchísimos países han sido desbordados y parece que habíamos dejado en el recuerdo histórico el asunto de las epidemias. Y ahora la naturaleza hizo un ajuste de tuercas y nos llamó a reflexión».

«La vieja humanidad, en los siglos que tiene el hombre arriba de la tierra, vivió muchas veces fenómenos de este tipo, pero creíamos que el hombre moderno había superado esto. Al punto que aparatos que se habían creado para estar alerta en cuestiones de epidemias fueron liquidados en países centrales para acotar los gastos. Y la otra falla es la falta de cooperación internacional, que es notoria. Una señora que es probable candidata a sustituir a Merkel en Alemania en el futuro se autocriticaba porque, decía, ‘dejamos sola a Italia en el momento que más nos precisaba’. Por lo menos, honradez intelectual, que no abunda».

Ilustración: Luis Schinca. 

Ante la mención de Trump y Bolsonaro, el expresidente uruguayo sostuvo: «Se subestimó la capacidad de contagio de este virus. En algunos lados se siguieron al pie de la letra las orientaciones que se venían dando por el organismo internacional encargado de difundir estas cosas. Y con ello no se evitó el flagelo, pero se disminuyeron notoriamente las pérdidas. Donde se le dio tiempo, se le dio ventaja; donde se subestimó la alarma, las consecuencias son pavorosas. Porque la única herramienta que teníamos para luchar con esto es el aislamiento. Y sabemos que hasta que la ciencia establezca una vacuna o pueda encontrar alguna terapia eficaz, vamos a tener que aprender a convivir con este peligro permanentemente. Y esto va a cambiar nuestras costumbres. Y hasta que llegue ese tiempo no vamos a tener el problema superado, aparte del costo gigantesco que significa esto, y lo que viene ahora, que es la crisis económica».

En relación con las críticas de algunos sectores al presidente argentino, Alberto Fernández, respecto a que no puede priorizar la salud antes que la economía, Mujica expresó: «Para que la economía funcione, primero hay que salvar la vida. Primero hay que defender la vida, porque la economía es una función humana. Me parece que los argentinos vienen demasiado divorciados hace tiempo: eso que le llaman ‘la grieta’. Y les hace ver todo con un vidrio un poco aumentado. Es un momento de cooperar, de juntarse, de aguantar. Y creo que hay que llamar a que los hombros más fuertes den una mano a los más débiles. La solidaridad no es una cuestión de limosna espontánea. Tiene que ser una política en esta momento».

«Para la Argentina es grave, porque venía con problemas que no tienen que ver con el virus, pero esto es como llover sobre mojado: le multiplicó los problemas que ya tenía.  Espero que tengan la sabiduría de no exagerar la confrontación y darse cuenta que tienen que salir lo más juntos que puedan».

-¿Usted en Argentina, un país con 45 millones de argentinos, hubiese hecho algo parecido a lo que hizo Alberto Fernández?

«Seguramente. Seguramente. Yo no puedo decir lo que tienen que hacer. Me duele mucho la Argentina. Para mí no es un pueblo hermano, es otra cosa. Nosotros nacimos en la misma placenta, somos hijos del mismo drama. Las contradicciones de la época de la colonia en materia de puerto y todo lo demás despedazaron al espacio en una argentinidad mayor. La Argentina tiene una historia de capricho. Hay cosas que son increíbles. Yo no sé que haya algún otro Parlamento en el mundo que haya tomado aquella decisión de la época de Rivadavia, que se desentendió de lo que es Bolivia, porque esas provincias estaban muy lejos. Nunca he visto una cosa igual».

-Sobre el debate argentino en torno a un impuesto a las grandes fortunas en tiempos de pandemia, ¿es justo que los que más tienen también contribuyan más?

«Lógicamente cuando las papas queman, se tendrían que sentir orgullosos de poder contribuir. Esa Argentina rica y contradictoria tienen que encontrar alguna forma de que campo y ciudad funcionen. Porque la cosa más espectacular en el corto plazo que tiene la Argentina es su formidable capacidad agropecuaria. Y yo sé que hay mucho lío, y mucha herida vieja. Pero, por favor, trabajen, siembren y cosechen. Y después se pelean. Pero primero cosechen. Porque lo que tienen rápido para hacer plata es eso».

-A partir de su experiencia de vida, en tiempos de soledad y reflexión, qué se le dice a ese hombre y a esa mujer, que tienen que transitarlo.

«Que miren p’adentro, que hablen con el que llevan adentro. Que miren las etapas del camino de su vida y que se juzguen a sí mismos vistos a la distancia y en el tiempo. Y van a aprender mucho, porque una cosa es vivir y otra cosa es rumiar lo que se ha vivido. Ahí hay una elección de nuestro andar que es intransferible. Como dice el poeta: aprender a hablar con el que llevamos adentro, el que nos enseñó el secreto de la filantropía».

«Son momentos especiales. Pero hay que recordar esto. El hombre es un animal fuerte, no hay que tenerse tanta cobardía y tanta lástima. Porque si el hombre fuera un animal tan jodido y tan blandengue, no hubiera llegado acá. Lo que pasa es que la civilización, el adelanto tecnológico y los recursos nos ponen demasiado coquetos, demasiado faltos de primitivismo para poder resistir. En el dolor se aprende, siempre que no nos destruya. Y esto va a pasar. Y triunfar en la vida es tener el coraje de arrancar de nuevo cada vez que uno cae. Nunca vamos a llegar a un mundo donde toquemos el cielo con las manos. Lo máximo que podemos lograr es andar, vivir con ganas de vivir».

Ilustración: Luis Schinca. 

Respecto al miedo a la muerte en este mundo pandémico, brindó una prolongada reflexión:

«Pienso que somos demasiado orgullosos y vivimos muy atolondrados, porque todos los días tenemos un escaparate nuevo con cosas novedosas para comprar, y una sociedad de marketing que nos bombardea por todos lados. Y nos solemos olvidar de los grandes desafíos de la vida. Entonces nos sorprenden enormemente cosas como las que pasan. La muerte es una compañera de la vida inevitable. Y está allí. Tal vez para darle más sabor a la propia vida. Pero nos cuesta aprender a morir en silencio, como los bichos del monte. Somos un animal muy espamentero. Inventamos ‘más allá’, religiones, hacemos monumentos, hemos construido pirámides, formidables catedrales. Y al final nos comen los gusanos y  tenemos la misma importancia que una hormiga para las vueltas que da el universo. Así que hermosa es la vida y hay que vivirla. Pero mirá que se va. Y no vas a un supermercado a comprar vida. Vas sí a pagar con tiempo de tu vida que gastaste para tener esa plata para comprar. Quiere decir que cuando derrochás y despilfarrás, lo que estás tirando es tiempo de tu vida, que no gastaste en cariño, en afecto, en relaciones humanas. Si aprendes a poder vivir con sobriedad, te vas a dar cuenta que la felicidad no está en las cosas, sino que está adentro tuyo».

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