En medio de un mundo que muestra a todas luces el fracaso del sistema capitalista y de su expresión más descarnada, el neoliberalismo, la pandemia vino a destapar la mugre que se escondía bajo la alfombra, vino a exhibir en la vidriera la cruel voracidad del capital, de la peor manera: poniendo sobre el tapete la fragilidad de la vida.

El virus se presentó como un enemigo invisible frente al cual todavía no hay una capacidad de respuesta masiva para preservar la vida. La única solución hallada, lo sabemos, es la cuarentena, el distanciamiento social, que es inherente al cuidado propio que implica también el cuidado ajeno, del otro, de la otra, del semejante.

En medio de este panorama planetario se pone de manifiesto la crudeza de las aspiraciones de los grupos de poder a la hora de la acumulación de riqueza en la especulación financiera. Y que el capitalismo fracase como sistema para resolver el problema de la gente no trae aparejada consecuentemente su caída.

En la mayor crisis económica y en medio de una pandemia que tiene al mundo contra las cuerdas, la Argentina intenta reacomodarse frente al desastre que dejó el macrismo, herencia que implicó un despiadado endeudamiento del país.

Si pensamos que los sectores más vulnerables siempre son los que terminan pagando el costo más alto, la necesidad de alivio inmediato para la economía cotidiana implica la necesidad del fin de la deuda como condicionante de nuestra economía, y esto pasará por diversas etapas en un mundo en el que jamás hemos visto al poder renunciar a sus intereses.

Por eso, todo avance en este sentido es sumamente alentador y debe ir de la mano de la decisión de poner límite a través de la investigación y la implementación de justicia al robo descomunal con que los dueños del dinero abandonaron el barco, y del impuesto a la riqueza que implique una apuesta a la inclusión y a la soberanía.

Es un momento muy complejo del país y del mundo; la decisión de no dejarse avasallar por los buitres es auspiciosa, en función de prepararse para lo que vendrá. La realidad global pone de manifiesto todo el tiempo la complejidad en la relación de fuerzas y que no hay tregua. La realidad latinoamericana de nuestros países de la Patria grande y los permanentes intentos impunes de los EEUU de atrincherarse en “su patio trasero”, también lo demuestran.

Mientras tanto, los defensores de los derechos humanos, los militantes de la vida, y quienes apostamos a la ética y la dignidad, seguiremos batallando juntos y juntas, en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.

Ahora y Siempre.