Este nuevo año que comienza se cumplen 63 años de Cuba libre, soberana y revolucionaria. Y por eso desde Radio Caput queremos recordar este aniversario y conmemorar la vida de su representante argentino, Ernesto Che Guevara, en una semblanza de su proceso y formación hasta llegar a su madurez en Cuba, realizada desde el sentir-pensar no academicista. Escribe Atilio Borón e ilustra Luis Schinca.
Cuba 63 años
Cuando al anochecer del 31 de diciembre de 1958 la columna dirigida por el Che Guevara sometía en Santa Clara a la principal guarnición militar que aún respondía a Fulgencio Batista la suerte del régimen estaba echada. Poco después de conocida la noticia el dictador huía -con sus cómplices y el dinero saqueado del erario público- con destino a la República Dominicana. Batista sabía que sus días estaban contados y que la victoria del Movimiento 26 de Julio era sólo cuestión de tiempo. Fidel había concebido su magistral estrategia insurreccional en torno a dos ejes. Por una parte, la capacidad militar del Ejército Rebelde fundada en su patriotismo y, precisamente, en su inteligencia estratégica, dado que su armamento era insignificante por comparación al del ejército batistiano, generosamente equipado por el gobierno de Estados Unidos. Y, por la otra, en la conformación de una amplia y heterogénea alianza de fuerzas sociales y políticas cuyo común denominador era su oposición a la dictadura de Fulgencio Batista. Por eso al día siguiente de la decisiva victoria de Santa Clara una huelga general y la multitudinaria movilización popular ocupando las calles y plazas de La Habana y otras ciudades signó el nacimiento de la Revolución Cubana.
Gracias Atilio Borón.
Pasaron desde entonces sesenta y tres años y todos los esfuerzos y todas las estratagemas del imperialismo norteamericano para restaurar el “orden pre-revolucionario” (o sea, un régimen neocolonial al servicio de los oligopolios estadounidenses) terminaron en un rotundo fracaso. Debe señalarse un hecho que usualmente es pasado por alto, o pérfidamente soslayado: el acoso de la isla rebelde es un caso único en la historia universal. No existe un solo ejemplo comparable en donde la principal potencia del mundo se haya ensañado durante tantos años en contra de un país, una región, una ciudad que por su dignidad no estaba dispuesta a postrarse de rodillas ante la prepotencia imperial.
El Che, un viaje de ida
Ernesto Guevara fue el Che, El Che es un ser irrepetible e imborrable en quién la historia en el futuro seguramente no perderá interés. No sólo para recordarlo como un romántico loco, sino en su faceta de político, estratega y pensador. Una figura que fue el ícono de una lucha que se hizo mundial, es nada menos que el representante más fiel de una generación que luchó por cambiar el mundo. Vivió su vida sin complejos ni ataduras y eso lo hace atractivo para todas las juventudes del mundo. Son pocas las personas que dicen lo que piensan, sin máscaras, y viven como dicen y piensan. Y suponemos que bajo esa cosmovisión, en un momento dado, no se conformó con lo conseguido y decidió que si iba a morir lo haría, también, a su manera.
Pero el Che es más que una persona, convive en ese recuerdo un espíritu de fortaleza ante la adversidad, que también es parte de lo humano que llevamos y que a veces no somos capaces de rescatar. Quizás debamos examinarnos quienes nacimos en las últimas décadas del siglo XX, en medio de la contra-revolución cultural y hacer un esfuerzo extra por comprender a figuras como el Che Guevara dado que las subjetividades, nos guste o no, fueron moldeadas por estímulos que iban en sentido contrario.
Un viaje, del que salimos distintos a cómo llegamos.
Bajo el nombre de Ernesto, el Che nació en Rosario un 14 de Junio de 1928 en una familia de clase media, pero fue con el tiempo un internacionalista empedernido. Un ser inquieto, viajero, curioso, sensible pero a la vez decidido que no dudó en endurecerse, forjando un carácter y voluntad férreas, no porque fuera esa su naturaleza sino porque la realidad lo interpelaba.
Junto a Alberto Granados y su antigua moto, La Poderosa, Ernesto con 23 años emprendió el viaje por América Latina con lo puesto. Un viaje sería definitorio para que empezara a trazar su pensamiento latinoamericanista
.
Su viaje quedó retratado en su libro “Notas de Viaje” y en la película “Diarios de Motocicleta” que lo muestran como un médico, pronto a graduarse, ávido de ayudar a las personas que emprende junto a un amigo su viaje soñado. Así, de a poco, con La Poderosa fallando y reviviendo, fueron hacia al sur de Chile, allí desoyendo al chauvinismo, conocieron las raíces de los pueblos originarios Mapuches y Pehuenches, vieron cómo el latifundio se apropiaba de las tierras y no dejaba a los campesinos trabajar su tierra. Encontraron en el chileno a un pueblo hermano que los acogió.
Sobre su experiencia en ese país, Ernesto anotaría (tal vez) su mayor lección: la que «enseñan los cementerios de las minas, aún conteniendo solo una pequeña parte de la inmensa cantidad de gente devorada por los derrumbes, el sílice y el clima infernal de la montaña».
Recordaría con sorpresa el panorama general de la sanidad chilena: «Deja mucho que desear (después supe que era muy superior a la de otros países que fui conociendo)». Descubriría también las graves desigualdades sociales del capitalismo, «verdaderos monumentos al robo legal, en la mina de Chuquicamata los obreros accidentados o enfermos gozan de asistencia médica y socorro hospitalario por la suma de cinco escudos diarios, pero los internados ajenos a la planta pagan entre 300 y 500 diarios».
Vieron el despojo y el maltrato que se hacía de los trabajadores de la minas de Chile, Bolivia y Perú, sintieron indignación por las paupérrimas condiciones laborales que debían afrontar. Conocieron a sus familias, comieron su comida, compartieron su abrigo en las frías noches a miles de metros de altura. En cada pueblo, visitaban hospitales y hablaban con médicos y pacientes. Buscaban casa y comida a través de contactos o en dependencias del Estado como comisarías, cuarteles de bomberos, hospitales o casas de guardabosques. El artículo les ayudaba. El dinero que ganaban lo gastaban en reparaciones.
Recorrieron la ruta del Inca, apreciaron esas civilizaciones del pasado que nada debían envidiarle a Europa. Llegaron a la imponente selva del Río Amazonas y trabajaron en un leprosario, con los que nadie quería estar, ahí mismo fueron y trabajaron como sanitaristas, comprometidos con las condiciones sociales de los pacientes, como Ramón Carrillo luego haría en nuestro país. En este leprosario enclavado en la selva amazónica, atendieron a varios pacientes y estudiaban con los médicos, pero también pescaban en el río y jugaban al fútbol con los enfermos. Recordarían por siempre el agradecimiento de los enfermos aislados al puente afectivo que tendieron y que superaba los miedos y el desprecio.
El viaje continuaría en una balsa construida allí mismo y a la que nombrarían «Mambo-Tango». De aquello, Guevara apuntó: «Soltaron amarras los enfermos y el cargamento se fue alejando de la costa al compás de un valsecito y con la tenue luz de las linternas dando un aspecto fantasmagórico a la gente». En ese viaje Ernesto se hizo una promesa, no iba a dejar que sus problemas respiratorios lo detuvieran. Su futuro era luchar, incluso hasta quedarse sin aire
Ingresaron primero a Colombia y luego a Venezuela, visitando varios pueblos antes de llegar a Caracas, adonde a Granado lo retuvo un trabajo mientras Ernesto tomó un avión a Miami. Años más tarde, luego de otro viaje ya recibido de médico, lo apresaron en Guatemala, donde Jacobo Árbenz prometía realizar una reforma agraria, y conoció por primera vez a quienes serían sus adversarios: El Imperio del norte que quería que toda América se arrodillara y que sus intereses comerciales y corporativos prevalecieran a costa del hambre y la explotación. Algo que repetiría en reuniones de la ONU y en las de la Alianza para el Progreso que proponía la administración Kennedy para América Latina. Ya en México mientras conocía a Fidel Castro forjaba una ideología marxista aplicada a poder identificar claramente quienes estaban detrás de tanta penuria, adónde iba el producto de semejante explotación.
Su Vida
La vida del Che fue una obra de arte, tan colorida, entremezclada e imperfecta como lo es la vida misma. Todo lo leído y escuchado quedara empequeñecido por lo que despierta ese recuerdo que el Che dejó en otros seres. Por eso más que racionalizarlo, podemos imaginarlo, ver lo que su recuerdo genera en otros. Y cuando esas personas a las que su pensamiento y obra llegó son los oprimidos de siempre, se engrandece algo. No podemos repasar su tránsito por este mundo de modo frío y lineal. Podemos especular eternamente si actúo bien o mal según nuestros marcos interpretativos del presente, o podemos mirarlo de modo más poético; como un soñador, como alguien que bajó de otra galaxia para contarnos una historia de amor e igualdad. Quizás un poeta, quizás el inmenso trovador Silvio Rodríguez supo expresarlo en pocas palabras. Palabras que nos representan a muchos y muchas al pensar en ello.
Extractos de la Canción del Elegido de Silvio Rodríguez:
“Pero mi historia es difícil. No voy a hablarles de un hombre común. Haré la historia de un ser de otro mundo, de un animal de galaxia. Es una historia que tiene que ver con el curso de la Vía Láctea. Es una historia enterrada. Es sobre un ser de la nada.
Pero las piedras son frías y le interesaban calor y alegrías.
Las joyas no tenían alma, solo eran espejos colores brillantes
Y al fin bajo hacia la guerra, ¡Perdón! Quise decir a la tierra.
Supo la historia de un golpe. Sintió en su cabeza cristales molidos y comprendió que la guerra era la paz del futuro. Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. La última vez lo vi irse, entre humo y metralla, contento y desnudo. Iba matando canallas con su cañón de futuro”.
Este ser de otro mundo, mítico, nos dice Silvio bajo a la tierra a decirnos que estábamos errando, que los canallas llevaban la delantera y nos iban a destruir si no dábamos la pelea por el futuro. Y lo hizo no sólo desde la razón, sino que su afirmación por la vida lo hizo incapaz de ser al indiferente frente al sufrimiento. No le interesaban las piedras preciosas, sino la vida, pero no de una manera superficial. El Che iba a la profundidad de los problemas, no se quedaba en explicaciones o justificaciones vanas. Arremetía contra quién fuera, tenía bien en claro que las condiciones o las relaciones de poder eran desfavorables, pero cuando uno está decidido, habrá pensado, todo lo demás es secundario. Junto a su líder político, Fidel Castro, lideraron un movimiento tendiente al socialismo latinoamericano que intentaba alianzas en su momento con Salvador Allende y replicaba los intentos de guerrillas creando “mil Vietnam” en diferentes países.
En la Sierra Maestra, la selva Cubana, desarrolló su tarea militar más destacada, resaltando en su liderazgo sobre sus compañeros hasta llegar a Comandante a cargo de un pequeño ejército, que a su paso iba modificando la opinión de los campesinos. Crearon imprentas y alfabetizaron en zonas rurales a su paso. La idea fuerza era crear hombres y mujeres revolucionarios que lleven consigo los ideales de la Revolución y los realicen en sus vidas diarias. La Revolución se ocuparía de dar a los individuos todo lo necesario para la vida, casa comida, salud y educación en un sistema planificado, que pondría a la industrialización como prioridad en un país como Cuba eminentemente agrario.
Pero ya habrá oportunidad de reflexionar sobre su lado político y teórico, hoy brindamos desde los medios populares por ser capaces de recuperar a través de la memoria y el cuerpo las luchas del pasado que se manifiestan en el presente, por los ideales de Cuba, por los 63 años ininterrumpidos de soberanía que mantienen la llama de la esperanza de ver una humanidad mejor, más parecida al Che.
Ilustración de Luis Schinca.