“Pero a mí no me importó porque yo no era…”. Comenzamos hoy nuestra reflexión parafraseando este poema cuya autoría, atribuida más públicamente a Bertolt Brecht está en discusión. Aparentemente, fue recitado por primera vez en la Semana Santa del año 1946 por el pastor Martin Niemöller, sobreviviente de un campo de concentración (Dachau), para connotar la falta de implicación de la sociedad alemana respecto de los crímenes del nazismo.

No casualmente, el poema tiene varias versiones porque más allá de la circunstancia concreta que rodeó su primera escritura, fue luego utilizado para dar cuenta de la posición que puede adoptar un sujeto en diverso tiempo y espacio y en disímiles circunstancias históricas, ante situaciones límite.

Y de eso se trata, porque en su escritura de lo que dice es del ser humano cuando se supone excento de ser alcanzado por la tragedia, el dolor, la devastación. Puede aparecer como mecanismo de defensa para negar aquello que, en tanto traumático, resulta insoportable. Pero también puede hablar de posiciones indiferentes, antisolidarias, cínicas y también con peligrosas consecuencias. Posiciones canallas. Por eso la apelación a la proposición solidaria de que, hoy más que nunca, la Patria es el otro.

La amenaza de muerte global que nos acecha tiene el nombre de pandemia, se trata de un virus maldito e invisible que puede aparecer y atacar sin ser visto. Pero no es en cualquier contexto. Esto sucede en un sistema y en un mundo ya injusto antes de este flagelo. Y en un escenario de hegemonía neoliberal que pone de manifiesto su desprecio por la vida. En un planeta gobernado por la lógica del mercado, el sujeto es una mercancía y esto remite a la lucha de clases. Incluso algunos autores hablan en la actualidad de las luchas de clases, en plural, por las formas que los conflictos de intereses y los actores involucrados pueden adoptar en tiempo y espacio.

Por eso la amenaza no es solo el coronavirus sino el sistema capitalista y más aún en su fase neoliberal. El modo de organización requiere un cambio estructural, porque es la humanidad la que está en peligro y el sistema capitalista no es un sistema humanitario. El 1 por ciento dueño de las mayores riquezas impone la lógica hegemónica de dominación. Y esa lógica se ampara también en un discurso que se torna hegemónico. Por eso es ahí adonde, en tanto comunicadores, tenemos que apuntar. Al pensamiento que trabaje para desbaratar la mentira organizada. Estamos en situación de riesgo y de emergencia, y los sectores más vulnerables son los que están más expuestos. Bregar por su bienestar y el acceso a derecho de todos y todas es justo y necesario. Como lo son todas las medidas urgentes que tome el Estado para enfrentar la crisis en defensa de la vida. Como el impuesto a la riqueza, que es también justo y necesario. Y como la construcción de una sociedad distinta, más equitativa y solidaria, en donde el Estado sea el amparo de la gente, y no su victimario como está sucediendo en muchos países, empezando por los defensores a ultranza y líderes del modelo neoliberal.

Mientras tanto nos cuidamos. Sostener la cuarentena es hoy cuidar a los otros y a las otras, y en ese acto cuidarnos a nosotros mismos. La preservación de unos y otras propicia lo mejor de cada uno en la reconstrucción de los lazos sociales solidarios que el poder pretende, todo el tiempo, destruir. Ahora y Siempre.